Las diferentes academias e institutos especializados en la enseñanza de lenguas extranjeras han logrado sintetizar, como parte de su construcción histórica, que en todo proceso de enseñanza-aprendizaje resulta fundamental la construcción de un código común (normalmente llamado método) para la generación de estándares en los procesos educativos que permitan, por un lado, que los docentes tengan un punto de referencia para el desarrollo de sus clases, coherente con los principios y objetivos del centro educativo; y, por otro lado, garantizar un proceso de calidad donde el estudiante pueda desarrollar plenamente sus necesidades sociolingüísticas.

No obstante, ese punto de referencia que constituía una herramienta básica, pero muy potente, empezó a ser entendido como el centro del instituto desarrollándose y refinándose progresivamente buscando que los procesos fueran cada vez más eficientes (mayor número de alumnos por aula y menor cantidad de minutos posibles por lección). De modo que se comenzó a limitar las acciones de los docentes desplazando el desarrollo pleno de las necesidades sociolingüísticas de los estudiantes a un segundo plano; lo que además significó que el aula fuera mucho menos inclusiva

A partir de esta pequeña reflexión, me parece vital resaltar, en el marco de mi proceso de práctica en FUNIFELT, la forma como se ha logrado relacionar la idea de pensar un método de enseñanza que garantice calidad con la flexibilidad requerida para que el centro siga siendo el estudiante y sus necesidades sociolingüísticas, siendo fundamental para este propósito los espacios de investigación y reflexión académica, pues éstos son, en últimas, la base para que el profesorado se encuentre y adapte a los más diversos contextos.
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